La arquitectura convencional parece haber evolucionado como una antítesis de la acústica.
Para la mayoría de los arquitectos que conozco, la palabra acústica se
refiere nebulosamente a un mundo esotérico donde el sonido algo tiene que ver. Los
mejor informados la relacionan de algún modo con el aislamiento sonoro entre
habitaciones y con los plafones “acústicos”. Los iniciados llegan a hablar de tiempo de
reverberación y de materiales absorbentes y difusores. Sin embargo, salvo contadas
excepciones, el arquitecto promedio desconoce absolutamente fenómenos acústicos
elementales como las ondas estacionarias, los filtros de peine, la difracción o la
resonancia, por mencionar algunos.
“No es mi trabajo” argumentan, tal vez con razón: “para eso existen los expertos acústicos”.
“Muy bien, pero... ¿en dónde están?” se pregunta el cliente que ya recorrió inútilmente la sección amarilla del directorio telefónico.
La contraparte de este problema son precisamente los “expertos acústicos” (yo
me incluyo) quienes, desde la perspectiva del arquitecto, carecemos del más mínimo
sentido estético y funcional, planteamos exageradas soluciones imposibles de
implementar en el mundo real y hablamos una confusa y enigmática lengua extranjera
empleando las mismas palabras del idioma local.
Cuando el acústico habla de planos reflejantes, el arquitecto opina sobre
iluminación; cuando acústicamente se requieren áreas absorbentes,
arquitecturalmente se sugieren colores y cuando lo importante para el arquitecto son
los espacios funcionales, para el acústico son los muros no-paralelos.
Este punto en especial trastorna los espíritus cuadriculantes de algunos arquitectos, quienes no entienden la insensatez de verse obligados a abandonar las sencillas distribuciones de espacios rectangulares para lidiar con combinaciones de trapecios, polígonos y muros curvos, sin generar áreas muertas o rincones inútiles y antiestéticos; todo ello solo para que un etérico, misterioso e incomprensible “experto acústico” resuelva unas
etéricas, misteriosas e incomprensibles “ondas estacionarias”.
En qué cabeza cabe la idea de que unos saludables muros paralelos puedan afectar al sonido.
Pero, en qué piensan estos arquitectos?; las ondas estacionarias son tema de
educación básica. Cualquiera sabe que son resultado de la interacción entre dos
ondas longitudinales de la misma frecuencia que se desplazan en direcciones
linealmente opuestas y que producen zonas alternas de variaciones de presión nula y
variaciones de presión máxima...caray, si aún así cuestionan los muros no-paralelos,
qué dirán cuando se requiere un gradiente cuadrático inverso de reverberación
diferencial. Solo falta que pregunten qué es eso.
La realidad es que el trabajo en armonía entre arquitectos y acústicos es tan
valioso como esporádico y, como cualquier trabajo en equipo, cuando se da esa
conciliación de intereses los resultados son siempre extraordinarios.
Este positivo efecto, que se conoce con el nombre de Sinergia, consiste en
aprovechar los esfuerzos individuales de tal modo que el resultado sea mayor que la suma de las partes. Un claro ejemplo de ello es la música: no es lo mismo escuchar
una melodía completa interpretada por un grupo musical que escuchar a todos los
músicos ejecutando la misma melodía, pero uno a la vez y por separado. Otro ejemplo
es el deporte, donde un grupo de estrellas puede perder un juego frente a un equipo
de mediocres bien integrado.
El total es superior a la suma de las partes.
El trabajo en equipo implica la convergencia de varios factores. En la medida en
que esos factores se propicien se dará un mayor o menor trabajo de equipo.
La exposición abierta y confiada de opiniones y su sincero análisis y valoración; la
conciencia del funcionamiento sistémico donde todo influye en todo; la aceptación de
los alcances y limitaciones de cada disciplina y de cada persona; la confianza mutua;
el cuestionamiento racional de paradigmas, arquetipos y modelos mentales; la visión
compartida de los objetivos a lograr y, principalmente, el auto-conocimiento de cada
elemento del equipo; esto es, desarrollar la capacidad de auto-observarse y darse
cuenta de la realidad que existe como es, sin importar si estamos de acuerdo o en
desacuerdo con ella.
El arquitecto debe entender que el acústico no pretende arruinar su elaborado
diseño y que lo único importante para él es desarrollar todos los elementos necesarios
para controlar totalmente el sonido dentro de los espacios arquitectónicos. Algunos
detalles aparentemente sin importancia son críticos para el correcto funcionamiento
acústico: los materiales sugeridos, la precisión en los ángulos de muros y otras
superficies, el espesor de los cristales, el sello hermético en el perímetro de las
puertas y en los marcos de las ventanas, el taponamiento de grietas y perforaciones,
el espesor de cristales y puertas. La acústica no es mágica ni disparatada;
simplemente es un área desconocida, como lo sería cualquier otra especialidad que no
sea la nuestra. Por eso es importante solicitar y escuchar las explicaciones que el
experto acústico pueda dar en relación con sus aparentemente absurdas
determinaciones. Además es una excelente forma de saber qué tan “experto” es el
personaje.
El arquitecto no es el enemigo del acústico: simplemente no lo comprende.
El acústico se dará cuenta algún día que su mejor aliado es un buen arquitecto,
siempre y cuando le dedique el tiempo suficiente para explicar claramente lo que
necesita y porqué. Cuando el arquitecto sabe lo que se tiene que hacer saca de la
chistera toda una colección de técnicas y mañas para lograr lo que el acústico quiere,
con el valor agregado de la funcionalidad y la estética.
Personalmente, yo prefiero trabajar con arquitectos por varias razones: no tengo
que lidiar con una docena de albañiles y carpinteros; cada línea que yo trazo con el
mouse sin dificultad alguna, el arquitecto la convierte en una trabe o en un muro que
yo no podría realizar; mis obstáculos estéticos se convierten en magníficos y acogedores espacios; el costo de la obra se reduce sin menoscabo de la calidad. Y lo más importante: aunque la “acústica” no se ve (y en
ocasiones no se debe escuchar) y el resultado es en realidad multidisciplinario, al final
de la obra todo mundo me felicita a mí por el espléndido proyecto realizado.
Me encanta. Eso es sinergia.
por Roberto Velazco
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