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Foto del escritorRoberto Velazco

SINERGIA ARQUIACÚSTICA

La arquitectura convencional parece haber evolucionado como una antítesis de la acústica. 


Para la mayoría de los arquitectos que conozco, la palabra acústica se

refiere nebulosamente a un mundo esotérico donde el sonido algo tiene que ver. Los

mejor informados la relacionan de algún modo con el aislamiento sonoro entre

habitaciones y con los plafones “acústicos”. Los iniciados llegan a hablar de tiempo de

reverberación y de materiales absorbentes y difusores. Sin embargo, salvo contadas

excepciones, el arquitecto promedio desconoce absolutamente fenómenos acústicos

elementales como las ondas estacionarias, los filtros de peine, la difracción o la

resonancia, por mencionar algunos.


“No es mi trabajo” argumentan, tal vez con razón: “para eso existen los expertos acústicos”.
“Muy bien, pero... ¿en dónde están?” se pregunta el cliente que ya recorrió inútilmente la sección amarilla del directorio telefónico.


La contraparte de este problema son precisamente los “expertos acústicos” (yo

me incluyo) quienes, desde la perspectiva del arquitecto, carecemos del más mínimo

sentido estético y funcional, planteamos exageradas soluciones imposibles de

implementar en el mundo real y hablamos una confusa y enigmática lengua extranjera

empleando las mismas palabras del idioma local.


Cuando el acústico habla de planos reflejantes, el arquitecto opina sobre

iluminación; cuando acústicamente se requieren áreas absorbentes,

arquitecturalmente se sugieren colores y cuando lo importante para el arquitecto son

los espacios funcionales, para el acústico son los muros no-paralelos.


Este punto en especial trastorna los espíritus cuadriculantes de algunos arquitectos, quienes no entienden la insensatez de verse obligados a abandonar las sencillas distribuciones de espacios rectangulares para lidiar con combinaciones de trapecios, polígonos y muros curvos, sin generar áreas muertas o rincones inútiles y antiestéticos; todo ello solo para que un etérico, misterioso e incomprensible “experto acústico” resuelva unas

etéricas, misteriosas e incomprensibles “ondas estacionarias”.


En qué cabeza cabe la idea de que unos saludables muros paralelos puedan afectar al sonido.

Pero, en qué piensan estos arquitectos?; las ondas estacionarias son tema de

educación básica. Cualquiera sabe que son resultado de la interacción entre dos

ondas longitudinales de la misma frecuencia que se desplazan en direcciones

linealmente opuestas y que producen zonas alternas de variaciones de presión nula y

variaciones de presión máxima...caray, si aún así cuestionan los muros no-paralelos,

qué dirán cuando se requiere un gradiente cuadrático inverso de reverberación

diferencial. Solo falta que pregunten qué es eso.



La realidad es que el trabajo en armonía entre arquitectos y acústicos es tan

valioso como esporádico y, como cualquier trabajo en equipo, cuando se da esa

conciliación de intereses los resultados son siempre extraordinarios.

Este positivo efecto, que se conoce con el nombre de Sinergia, consiste en

aprovechar los esfuerzos individuales de tal modo que el resultado sea mayor que la suma de las partes. Un claro ejemplo de ello es la música: no es lo mismo escuchar

una melodía completa interpretada por un grupo musical que escuchar a todos los

músicos ejecutando la misma melodía, pero uno a la vez y por separado. Otro ejemplo

es el deporte, donde un grupo de estrellas puede perder un juego frente a un equipo

de mediocres bien integrado.

El total es superior a la suma de las partes.

El trabajo en equipo implica la convergencia de varios factores. En la medida en

que esos factores se propicien se dará un mayor o menor trabajo de equipo.

La exposición abierta y confiada de opiniones y su sincero análisis y valoración; la

conciencia del funcionamiento sistémico donde todo influye en todo; la aceptación de

los alcances y limitaciones de cada disciplina y de cada persona; la confianza mutua;

el cuestionamiento racional de paradigmas, arquetipos y modelos mentales; la visión

compartida de los objetivos a lograr y, principalmente, el auto-conocimiento de cada

elemento del equipo; esto es, desarrollar la capacidad de auto-observarse y darse

cuenta de la realidad que existe como es, sin importar si estamos de acuerdo o en

desacuerdo con ella.



El arquitecto debe entender que el acústico no pretende arruinar su elaborado

diseño y que lo único importante para él es desarrollar todos los elementos necesarios

para controlar totalmente el sonido dentro de los espacios arquitectónicos. Algunos

detalles aparentemente sin importancia son críticos para el correcto funcionamiento

acústico: los materiales sugeridos, la precisión en los ángulos de muros y otras

superficies, el espesor de los cristales, el sello hermético en el perímetro de las

puertas y en los marcos de las ventanas, el taponamiento de grietas y perforaciones,

el espesor de cristales y puertas. La acústica no es mágica ni disparatada;

simplemente es un área desconocida, como lo sería cualquier otra especialidad que no

sea la nuestra. Por eso es importante solicitar y escuchar las explicaciones que el

experto acústico pueda dar en relación con sus aparentemente absurdas

determinaciones. Además es una excelente forma de saber qué tan “experto” es el

personaje.

El arquitecto no es el enemigo del acústico: simplemente no lo comprende.

El acústico se dará cuenta algún día que su mejor aliado es un buen arquitecto,

siempre y cuando le dedique el tiempo suficiente para explicar claramente lo que

necesita y porqué. Cuando el arquitecto sabe lo que se tiene que hacer saca de la

chistera toda una colección de técnicas y mañas para lograr lo que el acústico quiere,

con el valor agregado de la funcionalidad y la estética.




Personalmente, yo prefiero trabajar con arquitectos por varias razones: no tengo

que lidiar con una docena de albañiles y carpinteros; cada línea que yo trazo con el

mouse sin dificultad alguna, el arquitecto la convierte en una trabe o en un muro que

yo no podría realizar; mis obstáculos estéticos se convierten en magníficos y acogedores espacios; el costo de la obra se reduce sin menoscabo de la calidad. Y lo más importante: aunque la “acústica” no se ve (y en

ocasiones no se debe escuchar) y el resultado es en realidad multidisciplinario, al final

de la obra todo mundo me felicita a mí por el espléndido proyecto realizado.

Me encanta. Eso es sinergia.


por Roberto Velazco

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